¿Médiums espiritistas?, ¿videncia natural?, videntes de nacimiento, buena vidente
¿Por qué los Espíritus nos aconsejan no realizar sesiones mediúmnicas en casa?
Por una razón muy lógica: el hogar no se destina al socorro espiritual para los desencarnados. Los Espíritus atraídos al intercambio mediúmnico, cuando no reciben la asistencia que resulta de la práctica doctrinaria y evangélica de ese ministerio, permanecen aguardando una nueva oportunidad. Si ese trabajo es hecho en casa, los no atendidos se detienen allí, aguardando otra ocasión. Y esto, obviamente, genera problemas psíquicos junto a la familia, perturbando la armonía que debe existir en el hogar. Por eso, no es recomendable la práctica mediúmnica en el ambiente doméstico.
Para nosotros, la Tierra es el mundo de los efectos, mientras que el mundo de las causas es de naturaleza espiritual. Naturalmente, la Divinidad dispone de recursos por medio de los cuales cobra las deudas que contraemos ante la armonía de las leyes superiores, no siendo necesario recurrir a estos impactos apellidados calamidades, tragedias, infortunios. Sin embargo, como somos negligentes y no siempre nos sometemos a las leyes de amor, el Señor recurre a los efectos oriundos de nuestra propia liviandad a fin de corregirnos.
Renner, los Espíritus siempre utilizan tales procesos dolorosos como medidas de saneamiento de los grandes males pasados que causamos. Digamos, por ejemplo, que las personas mezcladas en la tragedia nombrada hayan sido antiguos cristianos partícipes de las Cruzadas, que incendiaron ciudades inermes, poblados indefensos, y ahora, por una ley de afinidad se aglutinaron en un edificio donde irrumpió el incendio, rescatando, colectivamente, los crímenes que colectivamente practicaron. Expliquémoslo mejor: para nosotros, espíritas, la noche de San Bartolomé, de que fue escenario Francia, el 24 de agosto de 1572, generó un karma, una deuda que la conciencia francesa acumuló ante las Leyes Divinas, viniendo a rescatarlas poco más de 200 años después, cuando irrumpió la Revolución de 1789. Aquellos mismos destruidores de vidas fueron las víctimas de la intolerancia de los nuevos partidos en luchas belicosas en la galia. De esta forma, creemos que, como nos afinizamos por las aptitudes e intereses, también nos aglutinamos por identidades psicológicas y kármicas. Así, somos reunidos donde debemos actuar en el sentido positivo o rescatar colectivamente las llagas que acumulamos por imprevisión.
Si entendí bien, ¿lo que se hace es lo que se paga?
Exactamente. Hay, sin embargo, una forma de que el individuo se libere del rescate doloroso: la suma de beneficios que practique anula los males que haya engendrado. Como normalmente no respetamos esta ley de amor, somos conducidos, a veces, a grandes aflicciones, a través de las cuales nos liberamos del infortunio producido.
En ese mismo acontecimiento se constató una vez más que el hombre tiene una atracción irresistible por lo mórbido. Me refiero a quien va a ver las consecuencias de aquella tragedia, que no sale de allá, que espía por las rendijas de los tabiques. ¿Por qué, Divaldo?
Allan Kardec hizo una pregunta equivalente a la propuesta por nuestro entrevistador. Kardec se sorprendía ante la existencia de la guerra en el mundo. Entonces, indagó a las Entidades Superiores, conforme se lee en “El Libro de los Espíritus”, pregunta 742. “¿Qué es lo que impele al hombre a la guerra? Y ellas replicaron: “Predominancia de la naturaleza animal sobre la naturaleza espiritual y trasbordo de las pasiones.” La cuestión aquí enfocada tiene la misma respuesta. Es que todavía hay predominancia de la naturaleza animal, del instinto sobre la razón, y el individuo se fascina con los grandes golpes, las tragedias, atraído, invariablemente, por una curiosidad mórbida, porque todavía no aprendió a amar en el sentido de la emoción elevada, sino a sentir, a través de las sensaciones más fuertes.