Nuestros difuntos son de suma importancia en nuestras vidas; los seres ya fallecidos, sean o no de nuestra familia o conocidos, parientes lejanos, incluso seres totalmente desconocidos, cobran especial importancia en nuestro vivir cotidiano. Si los tenemos en cuenta y sabemos interpretar sus señales, los tendremos siempre con nosotros, casi, casi a nuestra disposición; ellos nos cuidarán y nos protegerán, incluso nos harán avanzar en nuestra vida diaria en todos nuestros proyectos e ilusiones.
Los muertos son venerados y respetados en todas las culturas y religiones del mundo, dándoles una relevancia especial y guardándoles luto tanto exteriormente como en nuestro sentimiento y corazón.
La pregunta que siempre nos hacemos es la siguiente: ¿Cómo puedo yo averiguar quién es mi muerto? Desde luego no es nada sencillo; hay que estar muy atento para captar las señales, que por lo general suelen ser muy precisas aunque muy sutiles; también es importante llamar a las cosas por su nombre, hay quien suaviza la denominación llamándoles guías, espíritus.
No debemos tener miedo a decir las cosas de la manera en e mejor las entendamos sin que por ello nos tenga que causar ningún temor, aunque sí nos deben de transmitir respeto. Les contaré una historia.Mi muerto
Que en realidad es una muerta. De esto hace algún tiempo no demasiado; mi trabajo cotidiano consiste en adivinar el futuro a través de las cartas del Tarot, además de escribir. Son labores que adoro y que cada vez me resultan más fascinantes; nunca me cansaré de dar las gracias por ser una persona tan privilegiada por hacer algo que me gusta y que al mismo tiempo realiza plenamente cada día de mi vida.
En cierta ocasión, y por un compromiso casi obligado, tu que presentarme en Málaga (sur de España) en el denomina Foro Esotérico de las Ciencias Ocultas y la Parapsicología.
Digo obligado porque yo, a título personal, pasaba por un momento delicado a consecuencia de unos problemas de salud familiar, cambio de vivienda, etc., cosas que en la mayoría las ocasiones se complican y que, por otro lado, es algo muy normal en la vida.
A este foro asistirnos una serie de profesionales donde ofrecemos nuestro arte y labor a un segmento de gente que puede estar interesado en los temas del ocultismo y la adivinación, los grupos se componen de Astrólogos, videntes, quintantes, escritores, conferenciantes y un largo etcétera.
Desde donde yo vivo en el norte de España hasta Málaga hay nada más y nada menos que 1.000 kilómetros de distancia; con gran esfuerzo me puse de viaje, y lo hacía más por un favor que me pidieron determinadas personas a las que quiero que por que realmente quisiera asistir. Corría el mes de agosto, hacía un calor insoportable y necesitaba unas vacaciones y no más trabajo, que ya sería realizado en mi tiempo de descanso; y llegó el día de comenzar mis obligaciones Yo me sentía tremenda mente cansada; aun así, tengo la facultad de que cuando comienzo a tratar con la persona en una consulta es como si mágicamente mis angustias quedaran anuladas y mi entrega hacia quien consulta es total durante todo el tiempo que dura la sesión. Eso es lo que hace que pueda llevar de manera amorosa los momentos más difíciles por que se presenten.
Entre tanta gente siempre nos juntábamos tres profesionales conocidos de eventos anteriores: Ángela Gisleri, médium extraordinaria, conecta con los muertos a través de la escritura automática; Elena Ceballos, estupenda quiróloga y clarividente. Cada vez que salimos fuera a trabajar y coincidimos estamos juntas, intercambiamos criterios y compartimos los momentos del día. En esta ocasión también coincidimos las tres; dormíamos en el mismo lugar, un bonito y acogedor hostal recubierto de jazmín, geranios y rosas; por donde quiera que miraramos, encalado de blanco, hacía que la frescura y la limpiza se respirara junto con el aroma de las flores, un lugar de buena energía situado en la parte vieja de Málaga. Uno os días, al terminar el trabajo, ya de noche, decidimos marchar pronto con la intención de preparar una sesión espiritismo y ver si nos comunicábamos con los difuntos a través de escritura automática que Ángela practicaba.
era la más interesada; no sé por qué, pero sentía verdadera necesidad de consultar esa noche, conocía hacía tiempo a Angela, pero en aquella ocasión mis deseos eran casi exigencias; salimos del trabajo, fuimos a cenar un poquito, muy ligero terminamos la cena con una infusión templada de menta, nos dirigimos al hostal, nos quedamos las tres en mi habitación, preparamos una mesita que parecía a propósito dispuesta para la ocasión, prendimos una vela blanca, pusimos un le agua y colocamos un crucifijo en el centro de la mesa; lo hacíamos de manera tranquila y distendida mientras contábamos anécdotas del día que ya había trascurrido; ninguna; estábamos nerviosa, quizá algo cansadas, más por el calor alado que por otra cosa, después de todo somos personas que llevamos muchos años haciendo esta labor y ya nuestro o y espíritu lo tenemos habituado, aquel momento de preparar las cosas casi resultaba rutinario, Ángela llevaba un montón folios blancos y varios bolígrafos para escribir lo que los espíritus dictaran. Nos sentamos relajadamente dispuestas a comenzar la sesión. Meditamos un momento, en este cada persona reza una oración para sí misma o piensa algo positivo o habla con Dios, nos relajamos y comenzó el misterio la transformación de Ángela. Hubo un momento, no demasiado largo, de borrones sobre el papel y confusión, la médium estaba relajada, al principio no parecía demasiado concentrada. yo pensé que quizá estaría más cansada de lo que yo creia a causa del día que habíamos tenido todos.
Elena suspiró y dijo en voz muy bajita: «Creo que hoy no vamos a conectar; en fin, otra vez será».
Yo pensé que no mostraba demasiado interés por lo que me interesaba, pero ya se sabe… en casa del herrero cuchillo de palo; bueno, otra vez sería… Claro está que esos pensamientos los tenía yo, puesto que Ángela en ningún instante se opuso, al contrario se mostró solícita y dispuesta en todo momento
De repente comenzó a hacer grandes garabatos y a pasar las hojas de papel de manera muy rápida, respiró hondo y comenzó el momento; pude ver cómo las facciones de la medium transmitían una paz serena, sus manos se agilizaron poder transcribir lo que la entidad deseaba manifestar.
Angela me miró con una expresión ausente, como quien al vacío, y me dijo: «Es para ti, Carmen».
En ese instante percibí un inmenso olor a rosas, igual cuando pasa alguien muy perfumado con dicho aroma, que más intenso y de más corta duración.
Comenzó a escribir con grandes letras, se hizo un gran silencio, su mano se movía sin cesar mirando no al papel sino a un punto muy lejano, se diría que inexistente, al infinito, muy vez en cuando decía frases sueltas que Elena copiaba aparte en otra hoja. Todo fue muy rápido; bueno, no tanto, porque ratos en que todo se paralizaba produciéndose un silencio expectación casi de silencio absoluto. Una vez terminada la escritura. Ángela volvió a su ser como si no hubiera pasado nada; claro que mientras ella escribía iba traduciéndose así misma en voz alta; yo me llegué a emocionar tanto que no pude contener las lágrimas de forma continuada, sentí la presencia de el espíritu de manera plena y sincera.
Una vez terminado, tradujimos la carta al tamaño natural para poderla leer detenidamente.
Las letras eran grandes y desiguales pero se entendían perfectamente. Decía así:
«Comunicación con el más allá»
Siempre pensé que alguna vez pudiésemos encontrarnos con todo el amor, querida hermana en la luz. Porque los caminos Señor siempre están dispuestos para con todos, hace algunos años, siendo muy joven, ingresé en ese convento que tan- alegrías me diera y pensé que yo sería tu guía. Tú y yo nos encontramos en aquel pueblecito tan agradable donde el amor estaba cerca y la palabra del Altísimo en mi corazón. Yo entonces protegí como alguien que tiene el deseo de ayudar con todo su corazón. Hace cien años la historia empezó cerca de ese norte maravilloso que tú tanto quieres. Del cielo nos hicieron grandes hermanas y caminamos juntas, siempre compartiendo. Tomé la misión de ayudar siempre a los demás, puesto que tú con tu sensibilidad y yo con mis amores estamos perfectas. Ahora también te ayudo, el corazón tuyo es de gran amor para los demás y el Cielo te protegerá. Ahora es el momento que ayudes porque el día señalado se aproxima. Una rosa te dejo como símbolo de mi amor por ti y toda la energía de mis manos. Cuando salí de mi cuerpo era todo resplandor y tuve la sensación de que volaba, ahora la energía más hermosa me invade. Estoy en el Gran Paraíso de los Universos pensando que tú tienes un deber que hacer, que yo te ayudaré, no desprecies mi ayuda, que la sensibilidad de tu corazón se tornará en halo de luz que invadirá tu alma. Siempre estoy presente tus angustias más grandes y en tu futuro abriré la puerta de tu corazón para que la gente pase sin llamar Te bendicen todos tus guías. El Gran Señor te da su energía. Yo soy tu sombra y desde aquí te mando poder. Ahora pasarán atardeceres donde se puso el sol y se volvió a poner. Mira te entrego en esta noche mi regalo más profundo, la humildad y el amor, guárdalo siempre como un gran tesoro, no lo pierdas te abrirá tus caminos de perfección, me retiro, mis bendiciones son para ti. Me voy, ahora te dejo despacio; me voy, ahora dejo despacio, te dejo despacio, despacio, despacio.
Y por fin terminó todo.
A mí me quedó una sensación entre vacío, serenidad confusión y, sobre todo, una tremenda emoción y ganas de llorar; no sabría explicar qué pasó a partir de ese momento, pero les aseguro que en pocas ocasiones sentí algo semejante y que perdurará siempre latente en mi corazón aun con el paso del tiempo.
Hoy es el día que lo recuerdo si cabe con mayor intensidad. Ángela se sentía muy cansada pero serena y muy entera.
Elena, muy asombrada, no hacía más que decir la suerte que había tenido de comunicar con mi guía. Lo repetía de manera continúa y… yo permanecía ensimismada, en una nube.En ese momento no deseaba hablar con nadie, ni que nadie me preguntara nada, solo quería estar sola, así fue como decidimos irnos todas a dormir; dije a mis amigas que quería estar sola totalmente sola, ni siquiera me preguntaron nada, me ente y, levantándose, se marcharon dándome un tierno beso.
Fue como si nada hubiera ocurrido; me di una ducha templada y me envolví entre las sábanas frescas y, sin pensar en nada, no quería pensar, no quería analizar nada, no quería nada de nada, solamente notaba cómo las lágrimas, muy a mi pesar invadían mis ojos; de manera lenta y extraña me quede profundamente dormida.
Así es cómo yo averigüé quién es mi guía espiritual, la llevo conmigo a todos los sitios, claro está que Sor María de la virtud no tiene nada que ver con el nombre de Sor María Soledad Solaun, de quien les hablaré a continuación, y que es quien yo considero también una de mis guías.
también es posible que tenga más de dos guías y que las dos sean místicas, religiosas; sea como fuere, hoy día pienso que son una misma entidad; pero bueno, si son dos, pues mucho mejor.
Ya antes de que ocurriera esto que les he relatado, hará unos dos o tres años, ante Joice Morgan, una prestigiosa clarividente que ya no está entre nosotros, me mostraba el espíritu que me custodiaba a través de un dibujo que fluía en su percepción, en cierta ocasión me plasmó sobre un gran folio blanco el estupendo dibujo de una monja, que conservo con gran cariño, ataviada con un hábito del convento pasionista y con una cara muy parecida a mi querida monja pasionista Soledad Solaun.
El contacto y comunicación de estas personas que me mostraron a mi guía no tienen nada que ver entre sí tan solo en lo tocante a una línea más o menos esotérica en la labor de cada una de ellas; tampoco el tiempo en que se manifestó la presencia del espíritu tiene nada que ver, ni los lugares en que recibí los mensajes. Bueno, la magia es lo que tiene, o se cree o no se cree, siente o no se siente; el espíritu es algo que está en todo momento y lugar, y es muy importante percibirlo, sentirlo, notarlo; si esa sensibilidad la persona no se esfuerza por desarrollarla, no se moleste, porque nunca encontrará a su muerto, a su guía, a lo sumo encontrará fantasmas y alucinaciones pasajeras que y vienen y van.
El muerto es otra cosa, el muerto siempre está con nosotros, el desea manifestarse, que recurramos a él, que lo sintamos, pero sobre todo su PRESENCIA se percibe en momentos muy determinados.
Durante mucho tiempo viví como en una nube, creía sentir a mi guía en todas partes y deseaba comunicarme con ella como quien se comunica por teléfono con alguien cuando le al ce, pero nada, no volaban los floreros, ni se oían voces, ni rudos que me despertaran, todo transcurría normal.
De esto último tardé en darme cuenta, ya que la forma de manifestarse iría en función de la vida terrenal que ella había llevado, y claro está, desde luego, en una monja nada ruidosa.
Pasó el tiempo y todo volvió a la normalidad; mi óptica de las cosas era diferente, tenía ansiedad por sacar adelante mis deseos de escribir con más frecuencia, ya que siempre me había gustado, y sobre todo de investigar en profundidad la magia y otras culturas religiosas.
Así transcurrió mi vida durante un largo tiempo de curiosidad e investigación, en muchos casos dando palos de ciego, y no pocas veces muy confundida por personas, situaciones sin fundamento y un largo etcétera.
Cuando alguien desea saber algo, aunque solo sea un poquito, sobre la magia y todo lo que de ella pueda derivar, hay que tener, o por lo menos procurarlo, la cabeza muy fría y el corazón no demasiado caliente, ser objetivo, y aunque no está bien desconfiar de lo que nos cuentan, tampoco es lo mejor creernos todo lo que nos digan.
En el Tarot hay un Arcano (un naipe), el número 18, que se llama La Luna, y la definición que da sobre su simbolismo es la siguiente, entre otras muchas:
Cuidado, porque lo que parece ser no lo es… Lo que en realidad será… no lo parece!
En definitiva, eso es la magia; muchas veces nos confunde haciéndonos creer lo que no es y escondiendo lo que realmente es y que casi siempre lo tenemos delante de nuestros ojos.
Dos años después
Acudía yo un día de tantos a mi despacho a pasar consultas de tarot, recibí a unas cuantas personas y al terminar la tarde se presento una señora, era una mujer morena, de pequeña estatura, un poquito fuerte, de unos 60 años, mujer de conceptos muy religiosos, creyente y muy practicante en su fe.
Me dejó bien claro que ella asistía a diario a misa y rezaba el rosario de manera sistemática, puntualizando así su devoción y amor a Dios; a mí me pareció hasta un poco empalagosa, pero todas las personas somos diferentes.
Yo la tranquilicé y le aclaré que mi trabajo no estaba en absoluto en contra de ninguna religión, cualquiera que fuera, SIEMPRE Y CUANDO SE UTILIZARA PARA EL BIEN DE QUIEN A MÍ ACUDIERA, muy al contrario de lo que pudiera pensar, yo también era persona creyente, con lo cual no debería de preocuparse.
No sé por qué le dije eso, porque en realidad es que en ningún momento la noté nerviosa, sino al contrario, muy segura de sí misma. Hablamos un momento sobre conceptos religiosos, tema de conversación que nos llevó un buen rato.
Esta señora no venía á consultarme el futuro, ni observar la astrología, solamente deseaba saludarme (según ella).
Al terminar la conversación abrió el bolso que reposaba sobre sus rodillas, lo colocó sobre la mesa y dijo:
«Mira, Carmen, aquí te dejo esta estampa, tenla siempre contigo, pídele lo que necesites, porque ella estará siempre a tu lado».
Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo, fue instantáneo, en ese mismo momento supe que era mi monja, mi MUERTA, mi guía, la tenía delante de mí con su imagen reflejada en la estampa igual que el dibujo que hace años me hizo la clarividente Joice Morgan.
Su figura —en mi cabeza todo se agolpaba—, los recuerdos, lo sabía pero me otorgaba a mí misma la posible duda de la razón, quería poner rápidamente a prueba aquella evidencia como fuera para saberlo a ciencia cierta ya que era ella.
La señora no dijo nada más, se levantó y, alegando que tenía mucha prisa, se despidió con dos besos.
No supe qué decir, tampoco se me ocurrió la posibilidad de volverla a ver, o quizá no lo deseaba…
Yo me quedé con la estampa sobre la mesa, a la que miraba como si de un momento a otro se fuera a materializar. Reflejaba a una monja de la Orden Pasionista, vestida de negro, de cara simpática, pícara y regordeta, debajo se leía: M. Soledad Solaun.
Así fue como empezó todo.
Comencé a hacer ruegos, siguiendo los rezos y novenas que vienen escritos en el reverso de la estampa, con peticiones muy concretas, que se me fueron cumpliendo de manera precisa y puntualmente. Mi manera de agradecer, cada ruego concedido consistía en llevarle un ramo de rosas rojas al pie de su tumba.
Al mismo convento pasionista de clausura que se encuentra en la ciudad en la que yo vivo.
Autor: Carmen Díaz Fernández